miércoles, 17 de junio de 2009

Nacer, crecer, reproducirse y morir


¿Estará realmente enmarcado el sentido de nuestra vida en estas cuatro palabras? ¿Será que nuestra lucha cotidiana está de antemano perdida? La respuesta a esta pregunta y a muchas otras preguntas existenciales que podamos hacernos recae en conocer si realmente existe un creador.

Supongamos por un momento que es así. Supongamos que existe un creador y que el hecho de que este mundo tenga un perfecto balance no es casualidad. Supongamos que fue creado intencionalmente con un propósito. Supongamos que aquello que llamamos conciencia es algo que él escribió en nuestro corazón con la intención de señalarnos el buen proceder. Supongamos que al no vivir conforme a su propósito nos hemos alejado de este creador. Supongamos que nuestra vida pierde sentido si no estamos junto a él, porque nuestra felicidad radica en su compañía. Supongamos que este ser se hace como uno de nosotros y nos ofrece una salida a nuestros errores y a las consecuencias de nuestro mal proceder. Supongamos que esta salida nos ofrece la posibilidad de relacionarnos nuevamente con nuestro creador y hallar en él, el propósito de nuestra vida.

Ahora supongamos que no es así. Supongamos que este mundo es el resultado de una inimaginable cantidad de coincidencias que produjeron esta creación balanceada, con seres capaces de razonar y crear; y sin embargo atrapados en una vida sin sentido que no ofrece más que nacer, crecer, reproducirse y morir. Si este fuera el caso, pues ni se pierde ni se gana nada. Pero si nuestra vida realmente tiene un propósito; ¿Acaso no vale la pena conocerlo? Y si existe un Dios, y con él, el sentido de nuestra vida; ¿acaso no vale la pena buscarlo?

Por: David Ramírez B.

Fotografía: Life Cycle por GoranDA (Deviantart)

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